Nosotros los huérfanos

octubre 13, 2024

 

Siempre en estas fechas alrededor del 12 de octubre, Día de la Raza, de la Hispanidad, o como quiera llamársele, es frecuente presenciar en redes sociales las discusiones entre la gente que ve el proceso de conquista español como el más que rayado discurso de que nos robaron el oro y mataron a los indígenas y los hispanistas que idealizan esta época. Y es que, siendo objetivos, la conquista y la época virreinal no fueron tan negras como la pintan los primeros, ni tan rosas como la pintan los segundos, tuvo sus episodios de crueldad e injusticias como cualquier proceso de conquista, pero minúsculos si se comparan con otros procesos de conquista como los llevados a cabo por los anglosajones donde las poblaciones nativas fueron casi aniquiladas y ni siquiera se les veía como seres humanos.

Ya expuesto lo anterior es importante rescatar algo olvidado de esa fase de nuestra historia: el mestizo y como su propia condición de ser hijo de dos mundos distintos ha afectado su capacidad para crearse una identidad propia.

Ya que casi la totalidad de los conquistadores españoles eran varones jóvenes y a lo largo de la época colonial las mujeres peninsulares que viajaban al Nuevo Mundo eran pocas, era inevitable que los españoles tuvieran hijos con las indígenas y más aún ya que esto era avalado por la Corona  porque la Reina Isabel ordenaba ya en 1503 al gobernador de la isla La Española, Nicolás Ovando, propiciar los matrimonios mixtos, «que son legítimos y recomendables porque los indios son vasallos libres de la corona española». Y en la Real Cédula de 1515 decreta que «…Mi voluntad es que las dichas yndias y yndios tengan entera voluntad para casar con quien quisieren así con yndios o con naturales destas partes». Además, que estas uniones entre españoles e indios eran estratégicas al inicio de la conquista puesto que servían para formar pactos y alianzas con los grupos indígenas.


El problema es que con el pasar de los años la mayor parte de las uniones entre españoles e indias se volvieron relaciones de amancebamiento y concubinato, donde el español tenía su esposa peninsular o criolla y «por fuera» tenía a su pareja indígena, mestiza, mulata, etc. siendo los hijos fruto de estas uniones hijos naturales, que no estaban protegidos y no gozaban de los derechos de los peninsulares por su condición de hijos ilegítimos (no podían poseer tierras ni heredar bienes) y tampoco por las leyes que protegían a los indígenas debido a su condición de mestizos, y no gozaban de  derechos como las tierras comunales de las que sí gozaban los indios ya que: “...Estas tierras eran concedidas por la corona a título perpetuo, gratuitas e inalienables, y con carácter comunitario...” [1]. Ni a las tierras ejidales puesto que la legislación colonial estipuló desde muy temprano que estaba prohibido a los criollos, negros y mestizos asentarse en los pueblos de indios[2].

Es así como el mestizo se fue desarrollando al margen tanto de las leyes de su padre español como a las leyes de su madre indígena, creciendo huérfano, a la intemperie, abandonado a su suerte y yendo por la vida en una condición de semi nómada, errante, viviendo de lo que pudiera, como peón de alguna hacienda o estableciéndose en alguna región remota, es así como surgen en las diferentes latitudes de la América Española figuras como las del vaquero en el norte de Nueva España, el llanero en la región del Orinoco en lo que hoy es Venezuela y Colombia y el gaucho en lo que hoy es Argentina, este último término tiene un origen curioso puesto que la palabra «gaucho» viene de «huacho», que es como los indios de las pampas llamaban a los mestizos de esa zona, significando esta palabra huérfano. Pero sin idealizar la condición de los mestizos es importante mencionar que muy comúnmente se dedicaban al bandolerismo, como cuatreros o vendiendo mercancías que en ese tiempo eran ilegales como la chicha y el aguardiente, como acaeció a finales del siglo XVII en la provincia de Honduras:

  «Muchas veces, los pueblos de ladinos estaban cercanos a los de indios y Comayagüela no fue la excepción. En 1693, un grave episodio de embriaguez con aguardiente de caña involucró a los Alcaldes indios de Comayagüela. En el expediente que se levantó para deducir responsabilidades, aparecen mencionados mestizos y mulatos, a quienes se amenaza de ser castigados con cien azotes de ser encontrados ebrios o vendiendo aguardiente».[3]

Para el siglo XVIII la provincia de Honduras, como la mayoría de las provincias americanas del Imperio Español, ya era una provincia con una población mayoritariamente mestiza, los mestizos eran más afines a la cultura hispana, no obstante, esto no significaba que los mestizos tuvieran «privilegios». Eran invisibles en el sentido jurídico del término lo cual, si bien no les imponía deberes, tampoco les otorgaba derechos. Esta aseveración es muy importante si queremos encontrar una de las causas al origen del comportamiento inclinado al individualismo del mestizo en la época actual y su dificultad para seguir la autoridad y ser disciplinado. Los documentos coloniales de la época comienzan a describir la forma de vivir de los mestizos, que no tenían –según una ordenanza del Alcalde Mayor de Tegucigalpa en 1775- «…tierras propias, bienes muebles, ni raíces, que sufraguen el sustento y vestuario de sus respectivas familias…». Estos grupos itinerantes de «...vagabundos [que] violaban las leyes divinas, no respetaban la justicia, cometían incesto, vivían amancebados y cometían frecuentes hurtos, encontrándose al margen de las normas sociales de ese tiempo...». Es comprensible que «…La falta de espacios propios para el mestizo, la prohibición de asentarse en las comunidades provocó una vida de desarraigo, miseria e incertidumbre, marcada por el individualismo y la violencia…»[4].

Aún en la época virreinal la única institución que se preocupó por el destino del mestizo fue la iglesia, pues surgieron muchos poblados de mulatos y ladinos de forma espontánea, que constantemente cambiaban de lugar porque, al no tener asignaciones legales, estos grupos no podían tener tierras. La presencia de estos pueblos «...fue tan notoria en Honduras que obligó a la Iglesia a crear nuevos curatos para atender las necesidades espirituales de sus habitantes...»[5]

Entonces no es de extrañar que el mestizo actualmente se siga comportando de una manera que se podría llamar hasta inmadura pues es bien sabido cómo afecta la falta de una figura paterna al desarrollo de la personalidad de un individuo y si a esto le añadimos que creció al margen de la ley tampoco es de extrañar que se le dificulte acatar el orden y la autoridad y ser disciplinado.

Pero no hay que echarle la culpa totalmente a la época colonial de esto, puesto que los gobiernos liberales después de la independencia no se preocuparon de cambiar esta condición de orfandad para la gente de estos países, aunque la mayor parte de su población sea mestiza. Y es que con la llegada de las leyes y constituciones liberales la instauración del matrimonio civil sólo provocó que la cantidad de hijos naturales e ilegítimos en nuestras sociedades aumentaran puesto que ya no existía tanta influencia de una institución como la iglesia católica que instaba a las parejas a vivir en matrimonio y al padre de familia a hacerse cargo de su familia como le corresponde y no dejando a los hijos a su suerte.

   
Estos gobiernos sólo recordaban a las grandes masas de mestizos y demás población de origen humilde para sacrificarlos en guerras civiles, en pseudo revoluciones y actualmente en época electoral. El resto del tiempo más bien prefieren que el mestizo se hunda en vicios, se embrutezca con el alcohol, los juegos de azar y consuma productos innecesarios como si no hubiese un mañana, volviendo absurda su existencia. Ninguno de estos gobiernos se ha preocupado de que su población encuentre una verdadera identidad nacional, puesto que la mayor parte de los actuales países hispanoamericanos son repúblicas ficticias, que no se formaron sobre bases sólidas, sino que fueron creados precipitadamente tras la independencia y su rumbo iba dirigido a los intereses del caudillo de turno que solo se guiaba por intereses personales o familiares, jamás por los intereses que mejoraran la vida de la gente de su país. Tampoco ha surgido un líder que guíe a su pueblo y desvanezca esa condición de orfandad que permanece adherida en la mente y en el espíritu del mestizo, llevándolo por el camino de la virtud y tomando la figura del padre que no tuvo.

Que este escrito no sea tomado como un discurso de victimización, pues es una realidad que no ha sido muy estudiada y aunque nosotros los mestizos nacimos y crecimos huérfanos, esos no nos debe obligar a vivir eternamente en esta condición, depende exclusivamente de nosotros corregir nuestro rumbo, darle un nuevo significado al destino de las patrias mestizas y un mejor futuro a nuestros hijos, ya que es un error rechazar lo que somos, más bien tenemos que tomar ventaja de lo que nos compone, el legado indígena y el legado español, el ser indohispano, y es que es en la adversidad donde se forjan las mejores virtudes.




[2] La Población Indígena de Honduras Bajo el Régimen Colonial. (1985). Mesoamérica, 6(9), 1–44.

[3] Cardona Erazo, J. C. (2014). Comayagüela: Historia de un pueblo de indios (1578-1820). Revista de Arte y Cultura, 1(1), 24–42.

[4] Pinto Soria, J. C. (2006). Del Mestizo Al Ladino. Etnia y Dominación en Guatemala (1524-1871). Asociación para el Fomento de los Estudios en Centroamérica, (25).

[5] Barahona, M. (1991). Evolución Histórica de la Identidad Nacional. Editorial Guaymuras.

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