Siempre nos ha definido la desesperanza y el
escapismo, encontramos cualquier excusa para no afrontar los problemas como se
debe, encontramos refugio en el «chupe», en la bullaranga, en el tamborileo y
en cualquier payasada que nos haga olvidar la miserable existencia que llevamos
como país.
Han sido ya más de 200 años de este patrón repetitivo, el ser hondureño se ha definido por eso, por evadir los problemas, no confrontarlos, por culpar a alguien más de sus desgracias y ahogarse en el sinsentido, en vicios y en placeres pasajeros. Por eso rápidamente hemos sido sometidos por cualquier poder, ya sea local o extranjero, porque el hondureño es débil, es moralmente y espiritualmente débil, no ha aprendido a reconocer la diferencia entre el bien y el mal (o finge no reconocerlo), es como un animalito que se guía por sus instintos más primitivos, pero la era moderna lo ha castrado todavía más, haciéndolo incapaz de tan siquiera alzar la voz contra aquellos que lo oprimen.
Y hoy 15 de septiembre, como hace 202 años
estamos cumpliendo un aniversario más de ser esclavos, esclavos de políticos
corruptos, esclavos de una élite económica que se puede rastrear desde las
primeras décadas de la independencia y que a inicios del siglo pasado se mezcló
con los inmigrantes «turcos», somos esclavos del poder anglosajón que nos ha
mantenido sometidos por 150 años, pero lo más importante es que hemos sido
esclavos de nosotros mismos, de nuestra mentalidad mediocre y dócil, que no nos
permite ver más allá de los placeres pasajeros, de los desfiles patrios, de las
payasadas de los medios de comunicación, de las tendencias de las redes
sociales y de los chambres del día a día.
Tenemos que empezar a reconocer que nosotros
somos los principales culpables de la situación actual del país, nuestra falta
de seriedad, nuestra pereza y nuestro hedonismo, esos son los factores que no
nos dejan luchar contra los verdaderos enemigos, que son fáciles de reconocer,
para citar algunos: los políticos (todos sin excepción), las élites económicas
que todos sabemos quiénes son y cuál es su principal origen étnico, los medios
de comunicación, el poder extranjero anglosajón, ya sea en forma política,
militar, económica (con sus empresas transnacionales) e ideológica, con sus ONG
(que nos han metido ideas como la ideología de género o el feminismo).
Hay que dejar de vivir en el pasado, dejar de echarle la culpa de nuestras desgracias a la conquista del Imperio Español (lo típico que nos enseñan en la escuela), Honduras ha sido un país sin héroes, la historia de los próceres tiene más de leyenda que de realidad, en vez de andar idealizado personajes como Francisco Morazán es mejor ponernos manos a la obra, forjar nuestra personalidad, conducirnos por el camino de la excelencia, rechazar los vicios y guiar a nuestros niños siendo un ejemplo para ellos, como escribió Froylan Turcios (uno de los pocos verdaderos patriotas que ha tenido este país): "Huiré del alcohol y del juego, y de todo cuanto pueda disminuir mi personalidad, para merecer el honor de figurar entre sus hijos mejores". Ese es el verdadero primer paso para mejorar este país.