Sobre José Antonio Primo de Rivera: a 85 años de su fusilamiento

noviembre 20, 2021

 


Es interesante ahondar en la vida de José Antonio, descubrir como poco a poco su pensamiento evolucionó del simple reaccionario defensor de su clase y privilegio burgués a aquel revolucionario temerario de sus últimos años.

Quizás otros grandes hombres como Ramiro Ledesma influyeron en esa evolución, quizás sus lecturas lo orientaron a ese cambio de pensamiento (Marx fue una de sus lecturas predilectas en sus últimos años), pero lo destacable de esto es que reconoció sus errores, supo entender que no debía quedarse estancado en un pensamiento conservador y estático, que en la práctica era poco efectivo. Llegó a la conclusión de que son las masas de obreros y campesinos las que componen el alma de toda nación, no esos sectores burgueses que con tal de conservar sus privilegios y riquezas son capaces de venderse al mejor postor.

Con un poco más de 30 años descubrió que es el sistema capitalista el verdadero enemigo de los pueblos, que el comunismo solo es el efecto de las injusticias del capitalismo y de que de nada vale atacar ese efecto si no se destruye totalmente su causa.

En su discurso pronunciado en el Cine de Madrid, el 19 de mayo de 1935 manifestó lo siguiente:

“…Por eso no queremos ni lo uno ni lo otro (capitalismo ni comunismo); por eso queremos evitar –porque creemos en su aserto– el cumplimiento de las profecías de Carlos Marx. Pero lo queremos resueltamente; no lo queremos como esos partidos antimarxistas que andan por ahí y creen que el cumplimiento inexorable de unas leyes económicas e históricas se atenúa diciendo a los obreros unas buenas palabras y mandándoles unos abriguitos de punto para sus niños. Si se tiene la seria voluntad de impedir que lleguen los resultados previstos en el vaticinio marxista, no hay más remedio que desmontar el armatoste cuyo funcionamiento lleva implacablemente a esas consecuencias:  desmontar el armatoste capitalista que conduce a la revolución social, a la dictadura rusa”.

José Antonio admitió que las críticas de Marx hacia el capitalismo eran verídicas, pero no las soluciones que este planteaba. Para él eran los capitalistas (los grandes magnates y banqueros) los verdaderos enemigos contra los cuales hay que luchar, esos capitalistas mantenían enfrentados en luchas fratricidas a los empresarios (artesanos y pequeños productores) contra los obreros, campesinos y todas las clases populares.

Es decir, una vez distinguido al capitalista del empresario, el enemigo del empresario no era el obrero, sino el capitalista, por lo que obreros y empresarios tenían en realidad un enemigo común:  el capitalismo.  Evidentemente, semejante conclusión era inaceptable no sólo para el pensamiento marxista de la época –pues desarticulaba el discurso de la necesidad de la lucha de clases–, sino también para la mayoría de las doctrinas conservadoras y liberales.

La evolución del pensamiento de José Antonio puede servir de ejemplo para todos aquellos individuos y grupos autoproclamados de “tercera posición”, cuyo pensamiento se ha aburguesado, que desprecien las luchas populares por considerarlas “izquierdistas” y que además pareciese que vivieran anclados en la década de los treinta y cuarenta del siglo pasado. Hay que desarrollar ideas que vayan acordes a la realidad que estamos viviendo actualmente, las soluciones deben ser realistas y radicales, no acomodadas y tímidas.

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