En defensa de nuestra lengua
noviembre 07, 2021La lengua es uno de los
pilares que definen la identidad de un pueblo. A través de la lengua se piensa,
se cree, se manifiesta un sentimiento, se expresa una cosmovisión; la lengua es,
pues, un requerimiento esencial en el desarrollo identitario del pueblo.
En un sentido étnico (es
decir, del «ethnos» o pueblo), la unidad en el lenguaje es vital para el
mantenimiento de la unidad orgánica de ese pueblo. En la lengua se encuentra
codificada, mediante signos y significados, los valores e ideas propios del pueblo
hablante. El pueblo mientras permanece unido en su lengua, se define a sí mismo
en el plano de las ideas, costumbres, tradiciones y relaciones sociales; a
través del desarrollo del lenguaje un pueblo es capaz de describir su propia
psicología colectiva, pues su lengua los une, cohesiona e integra en una
cultura. Con la lengua, el pueblo crea un espacio anímico compartido por todos
los que lo conforman para su realización colectiva e individual.
La lengua es el medio con el
que accedemos a describir la realidad, con ella materializamos el pensamiento y
lo adecuamos con el objeto; al hacerlo, la lengua nos condiciona e influye
hacia el comportamiento y actitudes que adoptamos hacia la misma realidad. La
lengua nativa puede ser un determinante de los alcances de nuestro pensamiento,
pero más importante es la idiosincrasia original que tiene, y que refleja la
singularidad del pueblo que la habla. La lengua es, pues, identidad. Y para que
la lengua sea identidad no hay que verla como algo aislado, ni tampoco en su
sentido puro, sino entenderla en su contexto. El español es hablado por
centenas de millones en todo el mundo, pero el español de España refleja a
España (con sus propios localismos) y el español indiano refleja a la
Indoespaña (con sus propios localismos). Lo mismo aplica para los demás
idiomas, y por eso recalco que los contextos son necesarios para entender una
lengua (o sublengua, si se quiere).
A través del tiempo diversos
pueblos han ido consolidando su idioma con diversos calificativos: el idioma
del amor, el idioma de la música, el idioma de los poetas, etc. Esos adjetivos
no aplican solamente al idioma en sí, ni a las ideas que se pueden transmitir a
través de las particularidades del idioma, sino que va más allá, pues el idioma
no es una cosa separada y autónoma. El idioma está ligado al desarrollo de un
pueblo, a sus vivencias, a sus valores, a sus estilos e ideas, es decir, a su
propia cosmovisión. En las épocas anteriores a la globalización, los idiomas
eran la clave para entender un pueblo. Hoy, muchos pueblos han ido exportando y
globalizando su propio idioma al mismo tiempo que van asumiendo la lengua de
los mercaderes, diluyendo su propia identidad.
Las lenguas actuales
naturalmente están constituidas por prestamos semánticos de otras lenguas, esto
no significa que todas las lenguas estén mezcladas y carezcan de originalidad,
pues aún con todos los intercambios culturales que se pueden medir se guardan
las particularidades que definen a una u otra cultura y lengua. La razón de
esto es que, la lengua no es un ente autónomo como ya hemos dicho, sino que
está ligado a las vivencias del pueblo que le precede.
Sin embargo, hemos de
identificar las razones que pueden subyacer a esta inclusión de elementos de
una lengua en otra. Una cosa es la existencia natural de intercambios entre
pueblos, entre los cuales se da, aparte de relaciones de índole económico y
político, intercambios culturales en ambas direcciones. Dependiendo de las
particularidades de un pueblo éste se verá en mayor o menor medida afectado por
la lengua del otro. Otra cosa es cuando la lengua se utiliza con fines de
dominación sobre otro pueblo; hasta cierto punto esto es parte de la historia humana.
Pero algo totalmente diferente es cuando una lengua se ideologiza, es decir,
cuando se impregna en una lengua una ideología específica que la utiliza para
expandir sus alcances subversivos en un espacio global. En tal sentido, esa
lengua se vuelve un medio de transmisión de las características de esa
ideología, y si las finalidades de la misma son de dañar y subvertir al
receptor o víctima, las características transmitidas a través de esa lengua
serán nocivas para el pueblo que las reciba.
Ya he dicho que la lengua es
uno de los pilares que definen un pueblo, y en este sentido es necesario entender
a ese pueblo solamente como tal, de forma básica y fundamental y no como una
estructura sociopolítica. Asumiendo lo anterior, podemos entender que una
lengua es particular de un pueblo o de varios pueblos, pero no de un solo país.
Las lenguas nos definen pueblos, no necesariamente países o naciones peor
estados. Esto nos permite burlar las fronteras de los estados nacionales para
observar la realidad étnica de las comunidades humanas. Varias etnias pueden
compartir una lengua común sin formar parte de un único país, y claro, varias
etnias pueden compartir una lengua sin tener una unidad étnica absoluta entre todas
ellas, pues no es solamente la lengua la que determina a un «ethnos». Pero la
realidad étnica de la lengua no nos debe alejar de ver el uso político-ideológico
de la misma. Históricamente, la imposición de la lengua ha estado asociada a la
conquista sociopolítica de un país sobre otro (u otros), pero serán los fines
de esa conquista los que definirán moralmente a esta.
Pongamos el ejemplo de nuestros pueblos. Lo indohispano, como ya hemos hablado en otros textos, es la unión entre lo indio y lo hispano, unión que vemos más allá de una simple mixtura racial y que definimos como simbiosis de cosmovisiones. Sin embargo, debido a la naturaleza particular de esa unión, hubo un conquistador y un conquistado, y del resultado de esta relación surgió nuestro pueblo indohispano. Por ello, los elementos tangibles de la cosmovisión indohispana resultante son predominantemente hispanos, entre ellos el idioma español. Sin embargo, fruto propio de esa simbiosis el español en nuestra América fue cambiando de acuerdo a las influencias de lo indio, y según las localidades se fueron formando regionalismos lingüísticos distintos. Ese resultado, ese español indiano, es el idioma de los pueblos indohispanos. Esa lengua particular está cargada de nuestra psique colectiva, nuestros valores, vivencias, costumbres y creencias; en esa lengua se encuentra codificada nuestra cosmovisión; esa lengua es, pues, uno de los pilares de nuestro «ethnos» base.
La afirmación de la identidad
lleva intrínseca un imperativo existencial. Es natural que todo lo que vive,
busque seguir viviendo; por eso el destino del humano es humanizarse. Podemos
extrapolar la anterior afirmación al plano de la identidad, pues la identidad
es afirmar la existencia, reconocerla, ser conscientes de ella; la correcta
identidad (pues puede haber autopercepciones erróneas) es la adecuación entre
la realidad y la afirmación de esta. La identidad es el des-cubrimiento de la
realidad ocultada, o, por otro lado, la confirmación racional de una realidad
ya conocida correctamente. Entonces, si tenemos una identidad correcta, basada
en la compatibilidad entre lo que es y lo que se afirma que es,
se crea un imperativo existencial de defensa de esa identidad. Si mi fin, como
humano, es humanizarme; si mi fin, como ser viviente, es seguir viviendo, mi
fin identitario es seguir siendo lo que soy, es seguir afirmando esa identidad,
y como toda afirmación implica un compromiso deóntico con lo afirmado, mi deber
con esa identidad afirmada es defenderla. ¿Cuál es la conclusión de tanta
palabrería? Que, al afirmar ser parte de una comunidad lingüística, y por
relación lógica, de un ethnos, es mi deber existencial defender esa comunidad.
Veamos ahora la realidad del
presente. La lengua es usada como arma metapolítica por el enemigo de los
pueblos libres. A medida que avanza el liberalismo en su fase globalista,
teniendo como núcleo a la angloesfera, una de sus armas de dominación es la
lengua de su núcleo y eje principal: el inglés. El inglés no es un idioma
destinado a ser lo que hoy es, pero eso no nos importa, pues el inglés es hoy
el idioma del enemigo. A través de su lengua el liberalismo busca homogeneizar
los pueblos en su sentido mercantil de la existencia, cercenándole su
organicidad y uniéndolos todos bajo el señorío de una dictadura global del
imperio yanqui.
Entendiendo la importancia de
la lengua podemos entender la importancia de defenderla. Así como
históricamente los valores de la angloesfera han sido contrarios a los valores
mediterráneos, hoy la lengua inglesa, ideologizada bajo el mando formal del
liberalismo capitalista y globalista, es la enemiga de las lenguas hispanas, y
en general, de las demás lenguas de los pueblos. En el inglés moderno subyace
el espíritu del liberalismo: individualismo, materialismo, economicismo y
tecnocracia. A medida que pasa el tiempo se van creando más y más términos
ingleses que inundan las demás lenguas del mundo llevando el mensaje liberal.
El idioma inglés es la punta de lanza de ese imperialismo tiránico, y para
rematar realiza una invasión menos perceptible de la que realizan las otras
armas liberales. El idioma inglés es el medio de transmisión de los disvalores
liberales.
No es que aprender un idioma
sea malo, el problema es que el inglés es el idioma hegemónico del globalismo, y el español
indiano, al no tener un respaldo étnico fuerte (debido, entre otras cosas, a la
incompatibilidad entre estado/nación liberal y pueblo orgánico indohispano),
pierde en esa relación de poder las cualidades profundas de su espíritu.
Alienaciones semánticas se vuelven pronto alienaciones ideológicas. La
ideología del inglés es el liberalismo. Nadie hoy en día puede negar esto. El
avance del inglés en países carentes de identidad sólida provocará
irremediablemente la pérdida de la cosmovisión que subyace en la organicidad
del pueblo. Se reafirma, pues, como imperativo existencial la defensa de nuestra
lengua como defensa de nuestro pueblo. Esta defensa fanática de nuestro español
indiano no nace de un hispanismo trasnochado, sino de la afirmación vehemente
de la realidad étnica y política de nuestro pueblo indohispano.
1 comentarios
Iberodungu?...
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