No pueden haber medias victorias, ni medias derrotas. O ganan las elites liberales o ganamos los disidentes. No hay punto medio. Lo que puede parecer punto medio o tregua solo es una prolongación de la misma guerra.

Es necesario saber dimensionar la bestialidad tiránica y cobarde que yace en la esencia y se observa en la existencia del liberalismo. Solo en tanto se ha comprendido esta naturaleza es cuando emerge la solución: una guerra a muerte.

El cobarde asesinato de la hija de Alexandr Dugin, Darya Platonova, solo demuestra que esta guerra es, como diría el mismo Dugin, una guerra de ideas. Pero en la vida no existe la idea separada de lo material; cuando el pensamiento de un bando trasciende y le dota de sentido a la acción es natural que la acción del bando contrario se dirija contra el pensamiento del primero.  Los enemigos liberales occidentales no atacaron a un general ruso, o a un ministro, ni siquiera al mismo Putin; atacaron a un filosofo y asesinaron a su hija, atacaron el germen de las ideas que representan la única disidencia real y seria contra el enemigo de los pueblos. 

Esto nos dice algo claro: no debemos bajar la guardia, consejo que va especialmente para aquellos cuyas ideas van escalando, no importa en que parte del mundo se encuentren.

Quien inicia la lucha contra el liberalismo, inicia una guerra a vida o muerte. Una vez dentro, no hay vuelta atrás. El liberal no olvida, no conoce la piedad ni la compasión. Esta es, pues, una guerra existencial.

Descanse en la gloria, Darya Platonova.