Honduras: De Estado fallido a franquicia criminal

julio 13, 2025

Mientras otros países exportan café, textiles o talento, Honduras ha perfeccionado el arte de exportar crimen. No por accidente, sino por una cadena sostenida de negligencia, corrupción e incapacidad estructural del Estado. En el escenario regional, Honduras no solo es víctima de la violencia: es uno de sus principales emisores.

De Estado fallido a franquicia criminal

Durante décadas, Honduras ha servido como incubadora de violencia. No se trata ya de maras rebeldes de barrio, sino de estructuras criminales con logística, jerarquía y visión transnacional. ¿Y qué hizo el Estado mientras todo esto germinaba? Se cruzó de brazos. O peor: se volvió cómplice por omisión y a veces por acción.

En lugar de educación, oportunidades o tejido social, se invirtió en represión vacía. Cada presidente desde los 90 ha prometido el “fin de las maras”, pero la realidad es que Honduras no ha vencido ni siquiera al miedo de entrar a sus propias colonias populares. En muchas ciudades, la Policía no manda: pide permiso para entrar.

Políticas de seguridad: pura cosmética para la prensa

El país ha sido laboratorio de todas las estrategias fallidas: Militarización de las calles, Leyes punitivas sin sustento institucional, Capturas masivas con fines estadísticos, "Fuerzas especiales" que solo cambian de nombre.

Pero el resultado es el mismo: la impunidad como norma y la extorsión como impuesto paralelo. Las cárceles están tan controladas por las pandillas como los barrios; y aún así, el Estado insiste en fingir autoridad con operativos de cartón y ruedas de prensa triunfalistas. Mientras tanto… el crimen emigra ¿Y cuál ha sido la consecuencia de este desmadre institucional? Que el crimen organizado hondureño ha hecho maletas. No por nostalgia ni turismo, sino porque Honduras les quedó pequeña.

Pandilleros de la MS-13 y Barrio 18 operan con naturalidad en El Salvador, Guatemala, México, Estados Unidos, y sí, ahora también en España. ¿Y cómo llegaron allá? Deportados, huidos o “exportados” por rutas que conocen mejor que cualquier funcionario de aduanas. El caso más reciente: una célula de la MS-13 capturada en Madrid en 2025, con hondureños entre los jefes operativos. Europa empieza a vivir lo que Honduras lleva décadas permitiendo.

 El crimen organizado hondureño no solo viaja: se reproduce, se adapta y se infiltra. Llega con códigos, contactos y estructuras listas para levantar franquicias del terror. Ya no es maras, es una multinacional del miedo, con sucursales bien plantadas en barrios pobres de Madrid, Houston, Tapachula o Santa Tecla.

La gran ironía geopolítica

Mientras el gobierno pide ayuda internacional, son otros países los que están pagando la factura de la inoperancia hondureña. Honduras no controla ni su territorio ni su sistema judicial, pero sí exporta violencia, extorsión, sicariato, lavado de dinero y miedo. La cooperación internacional se agota.

Estados Unidos ya lo ha dicho: extraditen o se acabó la ayuda. España empieza a tomar nota. Y los países vecinos con sus propios problemas, sí ven a Honduras como una grieta por donde se cuela el caos. Una traición a su propio pueblo y a la región 

Honduras no es un país pobre solamente. Es un país empobrecido por elites políticas que se han beneficiado del desgobierno, y por un sistema que dejó de proteger a sus ciudadanos para convertirse en cómplice silencioso de su verdugo.

 Hoy, el país ya no exporta solo migrantes desesperados, sino estructuras criminales organizadas y entrenadas. Honduras ha dejado de ser solo víctima para convertirse en una amenaza regional activa. Y mientras no se reconstruya desde las raíces justicia, oportunidades, instituciones reales, seguirá siendo el gran exportador de lo que nadie quiere importar: crimen y muerte.







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