LA GUERRA DE MALVINAS: LEALTAD ATLÁNTICA VS. SOLIDARIDAD CONTINENTAL
agosto 28, 2025La identidad anglosajona se
constituye más allá de fronteras geográficas: Estados Unidos, Reino Unido,
Canadá, Australia y Nueva Zelanda forman la llamada angloesfera, un bloque
transnacional definido por lazos culturales, lingüísticos e institucionales.
Estos países colaboran mediante alianzas estratégicas (pactos Five Eyes, AUKUS,
OTAN, ANZUS, etc.), compartiendo intereses globales. A pesar de representar
solo ~6% de la población mundial, concentran más del 32% de la riqueza global,
demostrando una capacidad desproporcionada. Incluso voces externas han
reconocido la cohesión de este bloque, señalando que geopolíticamente es
infinitamente más poderoso, coherente y solidario que otros agrupamientos. Todo
indica que este grupo no se define por su ubicación continental sino por lazos
históricos e institucionales comunes, obrando como un bloque de poder autónomo.
Alianzas atlánticas y globales
EEUU y Reino Unido actuaron como
aliados en la OTAN durante la Guerra Fría; hoy añaden convenios como Five Eyes
y AUKUS. Este entramado da coherencia estratégica al “mundo anglosajón”.
Intereses desalineados de
América continental
Aunque Estados Unidos geográficamente está en nuestro hemisferio, su prioridad está en las alianzas globales. Por eso Washington suele alinearse con Londres (su “socio estratégico atlántico”) antes que con la mayoría de sus vecinos americanos.
La Guerra de Malvinas: lealtad
atlántica vs. solidaridad continental
En abril de 1982 Argentina
recuperó las Malvinas, desencadenando un conflicto en el Atlántico Sur. Se
esperaba que Washington defendiera a un país americano al amparo del TIAR
(Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) o la Doctrina Monroe. Sin embargo,
la realidad fue distinta: ante el gobierno militar argentino, el presidente
Reagan recordó su “histórica relación” con Gran Bretaña y su estima por
Margaret Thatcher.
A fines de abril, cuando los
intentos diplomáticos (ONU Res.502) fracasaron, Reagan calificó a la Argentina
de “país agresor” y garantizó cooperación militar con el Reino Unido. En suma,
EEUU actuó conforme a su lealtad atlántica: consideró ante todo la alianza
anglosajona (OTAN) y no la defensa hemisférica. Incluso la definición oficial
del conflicto subraya este sesgo: la guerra fue un enfrentamiento “entre
Argentina y el Reino Unido con el respaldo de la OTAN”, dejando claro el rol
pro-británico de la alianza occidental.
Por contraste, varios países
latinoamericanos expresaron apoyo al reclamo argentino. La Organización de
Estados Americanos (OEA) celebró una reunión de consulta en mayo de 1982 y
condenó enérgicamente la invasión británica. En esa resolución se exigió al
Reino Unido el retiro inmediato de sus fuerzas y, notablemente, se instó al
gobierno de EE.UU. a levantar de inmediato las sanciones contra Argentina y
abstenerse de prestar ayuda material al Reino Unido, apelando al “principio de
solidaridad continental” del TIAR.
ONU y disputa en Naciones
Unidas
El Consejo de Seguridad aprobó el
3 de abril la Res.502 exigiendo el alto el fuego. Aunque EEUU votó a favor
(juntamente con diez países, siendo Panamá la única voz latinoamericana en ese
apoyo), ese gesto fue meramente formal. Pocos días después, la Casa Blanca dejó
claro que el apoyo concreto de EEUU iría a Londres, no a Buenos Aires.
OEA y TIAR
En la 20ª Reunión de Consulta de Cancilleres de la OEA (29 mayo 1982) los países americanos en gran mayoría condenaron el ataque británico y respaldaron a Argentina. La resolución insistió en “abstenerse de asistir al Reino Unido” y exhortó a todos los Estados del TIAR a prestar el “apoyo que cada cual juzgue apropiado” a Argentina, sin dañar ese objetivo.
Cooperación estadounidense con
Londres
Mientras tanto, EEUU proveyó a
Reino Unido equipos y apoyo logístico. Aunque por convenio bilateral la NASA
tomó imágenes satelitales, que debió compartir con Argentina, lo hizo con
reticencia y control británico. En efecto, la ayuda estadounidense a Argentina
fue meramente formal; Washington permitió algunas imágenes civiles, pero lo
hizo a regañadientes y ya abiertamente alineado con Inglaterra hacia mediados
de mayo.
En síntesis, la Guerra de
Malvinas evidenció que los anglosajones privilegiaron sus alianzas históricas
por sobre cualquier pretensión de “solidaridad americana”. La idea monroísta de
“América para los americanos” resultó letra muerta en la práctica; Argentina
pasó a ser “el agresor” a ojos de Washington, y Londres contó con apoyo militar
atlántico directo. Esto muestra que para Estados Unidos el territorio
latinoamericano no define su alianza principal: se comportó como potencia
global del bloque anglosajón, no como vecino continental.
Solidaridad latinoamericana:
unidad de intereses propios
La Guerra de Malvinas dejó
lecciones duras sobre a quiénes convocar en momentos de crisis continental. Por
un lado, el bloque anglosajón demostró su coherencia interna: es una alianza
construida sobre idioma e historia común, no sobre vecindad geográfica. Según
la evidencia, los anglosajones funcionan como un imperio trasnacional,
priorizando sus compromisos atlánticos globales por encima de cualquier
pertenencia continental. No es de extrañar: sus alianzas (OTAN, Five Eyes,
AUKUS) y hasta su cultura política evocan más una “civilización anglosajona”
que la noción geográfica de América. En este sentido, resulta paradójico
aceptar la idea de EE.UU. como “americano” solidario cuando su práctica
histórico-política ha sido la de actuar de oficio como potencia global, no como
“hermano del sur”.
Por otro lado, la experiencia
Malvinas reafirma Nuestra América: la identidad latinoamericana no depende de
etiquetas partidarias o fronterizas, sino de la defensa de intereses y valores
comunes ante fuerzas externas. El reclamo de soberanía argentina en las
Malvinas se ha visto respaldado por latinoamericanos de diversas corrientes (de
Colombia a Cuba, de la derecha a la izquierda). Esto prueba que, a diferencia
del bloque anglosajón, compartimos una noción de “América” propia, cimentada en
la historia indígena, hispánica y mestiza que nos distingue. En palabras de
José Martí, el nombre “América” les pertenece a todos los pueblos
latinoamericanos, no solo a Estados Unidos.
Confiar en el bloque anglosajón
fue, es y será un suicidio. No hay “socio natural” en el norte, solo un imperio
con sonrisa hipócrita y puñal escondido. Estados Unidos no es parte de nuestra
América: su lealtad no es con este continente, sino con Londres y con el club
anglosajón que se cree dueño del mundo. Hablan de libertad mientras mantienen
colonias, hablan de democracia mientras financian regímenes y terroristas,
hablan de derechos humanos mientras reducen países enteros a cenizas.
En 1982 quedó expuesto sin
anestesia: los anglosajones no son “americanos”, son imperiales, un cartel
global de habla inglesa que se protege a sí mismo y desprecia a los pueblos del
sur. El TIAR fue una estafa monumental, la Doctrina Monroe un disfraz barato, y
la palabra “América” un robo semántico para legitimar su hegemonía.
La verdadera América no está en
Washington ni en Londres; está en la sangre, la memoria y la unidad de los
pueblos latinoamericanos. Somos nosotros, y solo nosotros, los que todavía
entendemos lo que significa América. Cualquier ilusión de alianza con los
anglosajones es un engaño, un veneno con envoltorio de papel dorado. No lo
fueron en 1982, no lo son hoy, y no lo serán jamás. La única salida es clara: o
América Latina apuesta por sí misma y por su unidad, o seguirá siendo carne
barata en el banquete de un imperio que jamás nos verá como iguales.
Fuentes:
https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_de_las_Malvinas
https://es.wikipedia.org/wiki/Resoluci%C3%B3n_2065_de_la_Asamblea_General_de_las_Naciones_Unidas
https://es.wikipedia.org/wiki/Cuesti%C3%B3n_de_las_islas_Malvinas
https://servicios.abc.gov.ar/docentes/efemerides/2deabril/html/diplomacia/despuesguerra.html
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