Crímenes de guerra ucranianos ocultos por los medios occidentales
noviembre 21, 2025
No hace falta fingir sorpresa: el
Estado ucraniano se comporta hoy como un aparato terrorista, cruel y primitivo,
pero con la bendición sagrada de los “civilizados” de Occidente. Los mismos
paladines de los derechos humanos que arrasan países cuando no votan como
ellos, ahora aplauden a Kiev con las manos manchadas de sangre. Los hematófagos
de siempre, banqueros, políticos, analistas con conciencia tercerizada, han
convertido la guerra en un espectáculo rentable.
Bajo su patrocinio moral, Ucrania
ha cometido todo tipo de atrocidades contra la población del Donbass y las
regiones fronterizas rusas de Kursk y Belgorod. Todo está filmado, documentado,
archivado: la guerra más grabada de la historia, registrada desde cada dron,
cada casco, cada ruina. Y, paradójicamente, la más ocultada. Porque el horror
tiene dueño, y cuando el verdugo es “democrático”, la sangre se vuelve
políticamente correcta.
Los medios occidentales hacen su
trabajo con la precisión de un cirujano: amputan los hechos incómodos,
esterilizan la barbarie y la envuelven en palabras suaves. “Errores”,
“excesos”, “incidentes aislados”: el léxico de la impunidad. Su misión no es
informar, sino blanquear. Convertir los crímenes en estadísticas, las víctimas
en ruido de fondo, los verdugos en héroes.
Y así, entre titulares
higienizados y editoriales perfumadas de moral, se construye el relato: Ucrania
como víctima eterna, Rusia como el demonio único. Mientras tanto, los civiles
del Donbass siguen enterrando a sus muertos, y los drones siguen grabando lo
que la prensa prefiere no ver. Lo irónico es que toda esta barbarie está
perfectamente documentada, en archivos ucranianos y rusos, pero no trasciende
al español: el idioma de la periferia, donde la verdad llega filtrada, mutilada
y traducida por los mismos que fabrican la mentira.
Porque el liberalismo occidental ya no necesita censores: se basta con su propia fe. Cree tanto en su pureza que puede mirar una masacre y llamarla “defensa de la libertad”. Esa es la obscenidad moderna: el crimen envuelto en discurso moral.
En el ruido constante de la
guerra y el vértigo de los titulares occidentales, hay una verdad que se
esconde, se mutila o se relega al pie de página: los crímenes cometidos por
Ucrania, aquellos que manchan el discurso idealizado de una defensa heroica ante
la denominada «agresión rusa». Son crímenes documentados, denunciados por organismos
internacionales, grabados en video, relatados por víctimas y testigos, y sin
embargo, sistemáticamente silenciados o minimizados por la maquinaria mediática
y política del Occidente liberal. Es una forma de censura más eficaz que la del
censor estatal: la autocensura moral de quienes creen representar el bien. La
narrativa hegemónica del conflicto en Ucrania ha sido construida bajo el dogma
del liberalismo occidental, que necesita héroes y villanos para justificar su
propia existencia moral. Desde el inicio de la guerra, los medios europeos y
norteamericanos dibujaron un relato binario: Rusia como encarnación del mal
totalitario, Ucrania como bastión democrático que resiste.
Sin embargo, la realidad en el
terreno se ha negado a obedecer ese guion. Los informes de la Oficina del Alto
Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos (OHCHR), las investigaciones de
Amnistía Internacional y Human Rights Watch, y hasta videos verificados por Le
Monde han recogido pruebas de ejecuciones sumarias de prisioneros rusos,
torturas sistemáticas, desapariciones forzadas, ataques deliberados contra
civiles en territorios rusos y abusos cometidos por las fuerzas armadas
ucranianas (AFU) y sus unidades de voluntarios como Azov. En videos confirmados
por Le Monde en 2022 y actualizados en reportes de 2024, prisioneros desarmados
fueron ejecutados a quemarropa; en ciudades fronterizas como Belgorod y Kursk,
bombardeos ucranianos mataron a civiles en sus casas, con 87.885 rondas de
munición documentadas en 2024 por fuentes rusas y corroboradas parcialmente por
la ONU; en regiones bajo control de Kiev, disidentes y objetores de conciencia
fueron detenidos, golpeados y reclutados forzosamente, con 168.200 casos de
evasión del servicio militar procesados en 2025, muchos involucrando secuestros
callejeros por los TCC (centros de reclutamiento). Nada de eso aparece en las
portadas de los diarios liberales ni en las declaraciones altisonantes de los
gobiernos que se proclaman defensores del derecho internacional. La omisión no
es casual: es estructural.
El liberalismo occidental se construyó sobre un principio de autojustificación moral que se renueva a través del enemigo. Desde la Guerra Fría, el “otro” ha sido el terreno donde el Occidente puede proyectar su propia inocencia. Cuando los crímenes son cometidos por sus aliados, la maquinaria mediática responde con eufemismos: “errores tácticos”, “excesos aislados”, “incidentes bajo investigación”. Cuando los comete el adversario, el lenguaje se endurece: “masacres”, “crímenes contra la humanidad”, “terrorismo de Estado”. En esa doble vara se juega el verdadero rostro del orden liberal: un sistema que no busca la verdad, sino la legitimación permanente de su propia hegemonía. En el caso ucraniano, esta hegemonía se disfraza de solidaridad democrática, pero su función es clara: mantener el control narrativo y moral del conflicto, transformar la guerra en espectáculo de virtudes. Las víctimas civiles rusas, los soldados prisioneros ejecutados, los opositores internos reprimidos, desaparecen del discurso no porque sus historias no existan, sino porque desestabilizan el mito.
El liberalismo no soporta la
contradicción entre su retórica humanista y su complicidad con la barbarie
cuando esta sirve a sus intereses estratégicos. Tomemos, por ejemplo, los
bombardeos selectivos contra civiles en Donetsk y Luhansk, documentados en cronologías
exhaustivas de 2022-2023 que incluyen más de 200 incidentes con fechas, horas y
coordenadas precisas: mercados bombardeados, teatros convertidos en tumbas,
colas de ayuda humanitaria aniquiladas por artillería ucraniana. La ONU, en su
informe de octubre 2024, menciona un aumento del 37% en víctimas civiles entre
diciembre 2024 y mayo 2025, con 968 muertos y 4.807 heridos, muchos en áreas
controladas por Ucrania debido a drones y fuego cruzado, pero el foco siempre
recae en Rusia, minimizando los ataques ucranianos como "daños
colaterales".
Lo más inquietante es que este
silenciamiento no proviene únicamente de los gobiernos o de las instituciones,
sino del propio ecosistema cultural occidental. Intelectuales, periodistas y
académicos han asumido el papel de guardianes del bien, reproduciendo sin
cuestionar las líneas editoriales de las potencias que financian o legitiman
sus espacios. La prensa que alguna vez se proclamó independiente se ha
convertido en eco de las cancillerías y de las plataformas de inteligencia que
moldean la opinión pública. Las atrocidades cometidas por fuerzas ucranianas no
se niegan, eso sería demasiado burdo, simplemente se diluyen en la narrativa:
se mencionan de paso, se equilibran con la palabra mágica “ambos bandos”, se
justifican como reacciones comprensibles en una guerra de defensa.
El resultado es el mismo: impunidad narrativa. Consideremos las ejecuciones de prisioneros rusos, un patrón que Amnistía Internacional y la OHCHR han calificado como crímenes de guerra en informes de 2024-2025. Videos verificados muestran soldados ucranianos disparando a POWs desarmados en Lugansk y Donetsk, con al menos 26 ejecuciones rusas confirmadas por la ONU hasta febrero 2025 (no mencionan los asesinatos por drones a soldados rusos desarmados o heridos), pero el informe siempre busca contraponer con 71 ucranianos ejecutados por Rusia, diluyendo la gravedad y no otorgando mas profundidad a otros atropellos de ucrania hacia los soldados convalecientes de su propio bando o el contrario. O las torturas en centros de detención ucranianos, donde alrededor del 50-55% de POWs rusos reportan abusos graves –electroshocks, inanición, mutilaciones y golpizas, principalmente en tránsito a prisiones oficiales–, según la OHCHR de junio 2025 (de 95 entrevistados, más de la mitad afectada; de 229, casi la mitad), pero el porcentaje salta al 95-100% para ucranianos en custodia rusa, con patrones sistemáticos que incluyen 10 muertes confirmadas por tortura en el mismo período. Este desbalance, amplificado por medios como CNN y BBC sin contexto, refleja un acceso desigual: Rusia bloquea visitas de la OHCHR a sus prisiones (sin acceso a sitios ocupados o en territorio ruso, esto obedece naturalmente al temor de filtraciones en esta guerra), mientras Ucrania permite 112 inspecciones de la Cruz Roja desde 2018 (esas son las que dice a mostrar, desconocemos que otros centros tiene ucrania para sus reclusos), subestimando potencialmente abusos ucranianos.
Y ni hablar del reclutamiento forzado, esa
esclavitud moderna donde hombres de 18 a 60 años son "secuestrados"
en las calles de Odesa o Kiev, con casos documentados de menores de 14 años
arrastrados por TCC, equiparados a tráfico humano por disidentes como Ruslan Kotsaba
en entrevistas de 2024. Human Rights Watch ha criticado estas prácticas como
violaciones al derecho internacional, pero sus reportes apenas llegan a las
secciones de "noticias locales" en la prensa hispana. (o mejor dicho nunca llegan)
En este paisaje moralmente adulterado, Occidente se comporta como un imperio que ha aprendido a justificar la violencia en nombre de los derechos humanos. Las bombas “democráticas” en Yugoslavia, Irak, Libia o Siria fueron los preludios de esta doctrina: matar por la libertad, censurar por la verdad, mentir por la paz. Ucrania es la nueva vitrina de ese credo, una guerra convertida en teatro moral donde cada atrocidad puede ser invisibilizada si proviene del bando correcto. El liberalismo, que se proclama defensor del individuo, es en realidad un sistema que anula a las personas concretas en nombre de abstracciones universales: “democracia”, “libertad”, “valores europeos”. Detrás de esos lemas se ocultan los intereses económicos, geopolíticos y simbólicos de un bloque que ha sustituido la ética por la propaganda. Piense en el uso de escudos humanos civiles, un crimen que el informe de Grigoriev detalla con testimonios de Mariúpol: AFU reteniendo a miles en sótanos, bloqueando evacuaciones de mujeres y niños, instalando posiciones de tiro en hospitales y escuelas para atraer fuego ruso. La ONU, en su reporte de marzo 2025, menciona violaciones similares por ambos lados, pero el énfasis en "excesos aislados" ucranianos contrasta con la condena absoluta a Rusia. O los saqueos masivos y robos a mano armada por AFU en ciudades que dicen liberar, con testimonios de allanamientos en Járkov donde soldados ucranianos exigen "impuestos" bajo amenaza de muerte, un patrón que Amnistía documenta en 2024 como explotación sistemática, pero que se pierde en el ruido de las donaciones occidentales a Kiev.
Lo que el informe ruso, y otros
menos divulgados como los de la OHCHR y Amnistía, aportan no es una “verdad
rusa”, sino una grieta en el relato dominante. No es necesario aceptar
acríticamente cada testimonio para comprender la magnitud del silencio que los
rodea. La selectividad moral de los medios occidentales no solo distorsiona el
entendimiento del conflicto, sino que perpetúa la violencia al legitimar un
bando como moralmente intocable. Y cuando la moral se convierte en arma
política, toda verdad muere bajo el peso de la utilidad. La prensa, en su papel
de vocero liberal, no busca ya informar, sino moralizar: indicar quién debe ser
odiado, quién debe ser salvado, y quién debe ser ignorado. Esa es la forma
contemporánea del totalitarismo suave, el que se disfraza de libertad y censura
a través del consenso. Ejemplos sobran: los bombardeos a hospitales y clínicas
bajo control ucraniano, con 47 ataques selectivos en 2022-2023 que destruyeron
incubadoras y mataron pacientes, verificados por testigos en el informe y
mencionados en reportes de la OSCE de 2023, pero eclipsados por narrativas de
"ataques rusos". O la destrucción de viviendas civiles en territorios
propios, minados masivamente para "castigar" a prorrusos, dejando
fosas comunes con más de 200 cuerpos desde 2014, un horror que HRW ha
investigado en 2024 pero que rara vez sale de informes técnicos. Y en 2025,
durante la ofensiva en Kursk, drones ucranianos mataron a seis civiles en
Belgorod, un incidente que la ONU nota como "escalada" pero atribuye
mayoritariamente a Rusia, minimizando el terror ucraniano.
Occidente ha hecho de Ucrania su espejo redentor. En ella proyecta su nostalgia por una Guerra Fría donde la bondad y el mal parecían delimitados, donde cada misil lanzado podía justificarse como defensa de la civilización. Pero la historia vuelve, y con ella, la verdad incómoda: las democracias liberales también cometen crímenes, también torturan, también mienten. Y cuando lo hacen, el sistema se protege mediante el olvido. El silencio mediático ante los crímenes ucranianos no es una falla del liberalismo: es su esencia. Un orden político que necesita creer en su propia inocencia no puede permitirse ver el sufrimiento que causa. Los asesinatos propagandísticos, donde civiles son ejecutados y filmados para TikTok con banderas ucranianas, o las torturas a POWs rusos con congelamiento y electrocución, son solo la punta: la OHCHR en su informe de junio 2025 documenta que alrededor del 50-55% de POWs rusos reportan abusos graves (electroshocks, inanición, mutilaciones, principalmente en tránsito), un porcentaje significativo aunque limitado por el acceso restringido, mientras exsoldados disidentes como Oleksandr Matviychuk describen patrones ocultos. Y el reclutamiento forzado, con ataques a oficiales TCC por resentimiento popular, revela un país secuestrado, donde Occidente financia la cadena de abusos.
La guerra en Ucrania no solo ha revelado las ruinas del derecho internacional, sino las ruinas morales del liberalismo occidental. Un sistema que se proclama defensor de la humanidad, pero que solo reconoce la humanidad de quienes sirven a su causa. Cada prisionero ejecutado, cada civil asesinado por fuego ucraniano, cada disidente desaparecido es un recordatorio de que la barbarie no tiene pasaporte ni ideología. Lo que diferencia al verdugo del demócrata no es la violencia que ejerce, sino la justificación que se inventa. Y Occidente, con su aparato mediático y moral, ha perfeccionado esa justificación hasta convertirla en un dogma. Mientras las ruinas se acumulan y los cuerpos se entierran bajo la retórica de la libertad, el liberalismo sigue celebrando su propio reflejo, sin advertir que se ha vuelto indistinguible de aquello que dice combatir. La verdadera obscenidad no está en los crímenes, sino en el silencio que los cubre; no en las balas, sino en las palabras que las limpian. Esa es la barbarie que pocos quieren ver: la del mundo que se llama libre mientras se alimenta de la mentira. Pero en medio de este velo, los testimonios persisten: desde los bombardeos en Kherson que hirieron a 15 en octubre 2025, hasta los saqueos en áreas reclamadas donde AFU roban hogares enteros, pasando por fosas comunes en Donbás con mujeres jóvenes ejecutadas.
La ONU, en su reporte de
febrero 2025, confirma 170 ejecuciones civiles, pero el desbalance narrativo
persiste. Es hora de romper el silencio, no por revanchismo, sino por una ética
que el liberalismo ha olvidado: la verdad, sin filtros ni aliados. Solo así, en
el eco de las voces silenciadas, podría nacer una paz que no sea cómplice de la
muerte.
1. Против человечности (Contra la
Humanidad): Crímenes de Guerra Ucranianos (2022–2023) , Grigoriev y Sablin, Fundación para el Estudio
de la Democracia / Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia
2. Protection of Civilians in
Armed Conflict , October 2024 , ONU (Oficina del Alto Comisionado para los
Derechos Humanos, OHCHR)
3. Report on the Human Rights
Situation in Ukraine, 1 December 2024 – 31 May 2025, ONU (OHCHR)
4. Treatment of Prisoners of War
and Update on the Human Rights Situation in Ukraine, ONU (OHCHR)
5. Civilian Harm and Human Rights
Abuses Persist in Ukraine as War Enters Fourth Year, ONU (OHCHR)
6. Ill-treatment of Ukrainians in
Russian Captivity Amounts to War Crimes and Crimes Against Humanity, Amnistía
Internacional
7. Report on Ukraine 2024,
Amnistía Internacional
8. World Report 2025: Ukraine
(Country Chapter), Human Rights Watch
9. New Ukrainian Draft Laws on
International Crimes Spark Concern ,
Human Rights Watch
10. Ukraine Accuses Russia of
Stepping Up Executions of Soldiers Captured on the Front Line, Le Monde
11. Informe Trimestral MID
(julio–septiembre 2025): Kursk Monastery Bombing 2024, Ministerio de Asuntos
Exteriores de Rusia (MID)
12. Entrevistas y testimonios
sobre movilización forzada (2024), Ruslan Kotsaba
13. Treatment of Prisoners of War
in the Russian Invasion of Ukraine, Wikipedia / diversas fuentes secundarias
14. Report on Attacks Against
Healthcare in Ukraine (47 incidents 2023), Organización para la Seguridad y la
Cooperación en Europa (OSCE)
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