Lo inútil del parlamentarismo según Gadafi

enero 14, 2022

 


El parlamentarismo desvincula totalmente al pueblo de la participación política, dejándole esa falsa percepción de que escogiendo a sus representantes mediante el acto de introducir una papeleta en una urna ya está participando en política, esto vuelve a las masas dóciles y conformistas, pues lo anterior los aleja todavía más de darse cuenta que es lo que realmente ocurre en la vida política de su país. Y es que ya esto también lo mencionó Gadafi:

«Cuando la Asamblea parlamentaria se forma como consecuencia del triunfo de un partido en unas elecciones es una Asamblea de partido, y no la Asamblea del pueblo, y representa a un partido y no al pueblo; y el poder ejecutivo detentado por la Asamblea parlamentaria es el poder del partido vencedor y no el poder del pueblo.»

Y en un intento de país como Honduras donde el índice de pobreza es del 75% y el de pobreza extrema de un 36%, la asamblea parlamentaria es un gasto inútil y cruel, ya que cada diputado recibe un salario de más de 100,000 lempiras (4077.66 USD), sin contar los viáticos y los recientes aguinaldos que recibieron en el pasado mes de diciembre, y que hablar de los salarios del Presidente del Congreso, los nueve vicepresidentes y los ocho secretarios que rondan los 200,000 lempiras (8155.31 USD).

Como hemos mencionado en escritos anteriores la democracia liberal es el gobierno del dinero, pues solo aquellos que tienen dinero (o influencias con aquellos que ostentan el poder económico) son los que pueden aspirar a un cargo político. Un verdadero representante de las clases populares jamás podrá acceder a uno de estos puestos, y si en alguno de esos raros casos llega a acceder los mismos favores que debe lo terminan corrompiendo. Para concluir este pequeño escrito los dejamos con un extracto del Libro Verde de Muamar el Gadafi:

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A fin de poner al desnudo la realidad de la Asamblea parlamentaria, nos es preciso buscar su procedencia: o bien es elegida en circunscripciones electorales, o bien es constituida por un partido o una coalición de partidos o por designación. Pero ninguno de estos medios es democrático, pues el reparto de los habitantes en circunscripciones electorales significa que un solo diputado representa, según el número de habitantes, a miles, a centenares de miles o a millones de ciudadanos. Esto significa también que el diputado no está vinculado por un lazo orgánico popular con los electores, puesto que es considerado, según la democracia clásica existente, como el representante de todo el pueblo junto con los restantes diputados. A partir de ahí, las masas se separan definitivamente del diputado y el diputado se separa definitivamente de las masas. Por lo tanto, desde que recibe los votos, el diputado se convierte en monopo1io de su soberanía y obra en su lugar y así vemos que la democracia clásica que actualmente existe en el mundo, otorga a los miembros de las Asambleas parlamentarias una veneración y una inmunidad que niega a los miembros del pueblo. Esto significa que las Asambleas parlamentarias se han convertido en un medio de usurpar y de monopolizar el poder del pueblo y, por ello, los pueblos tienen hoy derecho a luchar a través de la revolución popular, para destruir los instrumentos de la monopolización de la democracia y de la soberanía que niega la voluntad de las masas y que se llaman Asambleas parlamentarias, y a proclamar su grito resonante representado en un nuevo principio: «El pueblo no puede ser sustituido por nadie».

Lo mismo ocurre con la Asamblea parlamentaria en el seno de la cual cada partido dispone de un cierto número de escaños; los titulares de estos escaños son los representantes de su partido y no los representantes del pueblo y el poder que emana de una coalición semejante es el de los partidos de la coalición y no el poder del pueblo. En tales regímenes, el pueblo es la presa por la que se combate y es entonces explotado y sometido por los sistemas políticos que combaten entre sí para alcanzar el poder, para arrancar votos al pueblo, mientras que este se alinea en filas silenciosas, que se mueven como un rosario, a fin de depositar las papeletas en las urnas, de igual modo que echaría otros papeles en los cubos de la basura... Esta es la democracia clásica que domina al mundo entero, bien se trate de regímenes de partido único, de regímenes bipartidistas o multipartidistas, e, incluso, sin partidos; Así se demuestra claramente que «la representación es una impostura».

Teniendo en cuenta que el sistema de elección de Asambleas parlamentarias descansa sobre la propagan da para alcanzar votos, se deduce que se trata de un sistema demagógico, en el verdadero sentido de la palabra. Es posible comprar y manipular los votos al mismo tiempo que es imposible para los más pobres competir en las luchas electorales, las cuales las ganan los ricos únicamente.


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