La disputa Trump–Musk y su impacto en Iberoamérica
julio 23, 2025A inicios de 2025, una foto
tomada en la Casa Blanca enseñaba la aparente camaradería entre el presidente
de Estados Unidos y un poderoso empresario tecnológico. Sin embargo, esa
alianza se rompió pocos meses después. La ruptura obedeció a crecientes
tensiones políticas y económicas. En el centro del conflicto se hallaba un
megaproyecto de gastos aprobado por Trump, conocido como “One Big Beautiful
Bill”, que eliminó subsidios cruciales para los vehículos eléctricos, medida
que enfureció a Elon Musk. A pesar de haber respaldado generosamente la campaña
de Trump con casi 300 millones de dólares, Musk calificó la nueva ley fiscal
republicana como una “abominación repugnante” por su impacto sobre la deuda
federal.
Las tensiones crecieron: Musk
buscó ampliar su influencia en el gobierno más allá de lo permitido, impulsó
que su compañía Starlink fuera habilitada para uso en control aéreo y se topó
con rechazos oficiales, y también observó cómo Trump revocaba la designación de
un aliado suyo en la NASA. A esto se añadió un episodio crucial revelado por
Steve Bannon: la negativa de Trump a compartir con Musk ciertos planes
estratégicos de defensa frente a China. La situación se agravó hasta hacerse
pública el 5 de junio de 2025, cuando Musk acusó a Trump de tener lazos con el
caso Epstein, y el expresidente reaccionó amenazando con cancelar contratos
federales vinculados a las empresas del magnate. El conflicto puso de
manifiesto intereses cada vez más contrapuestos en asuntos fiscales,
tecnológicos y de poder dentro del estado.
¿Romperá el
“Partido América” el bipartidismo?
Ante la ruptura, Musk presentó el
"Partido América", argumentando que Estados Unidos opera bajo un
sistema de partido único encubierto de democracia, y prometiendo devolver la
libertad a los ciudadanos. No obstante, el camino hacia un partido viable a
nivel nacional es muy complicado. Construir infraestructura en 50 estados,
reclutar voluntarios, reunir recursos y ganar legitimidad es una tarea
titánica. La historia política del país lo confirma: ningún partido surgido
recientemente ha logrado llegar a la Casa Blanca ni cambiar en profundidad el
equilibrio bipartidista. Los intentos anteriores han servido más como
herramientas para dividir el voto que para gobernar. Ejemplos significativos
son Ross Perot en 1992, quien restó apoyo a Bush padre favoreciendo a Bill
Clinton, o Ralph Nader en 2000, cuyo impacto debilitó a Al Gore y facilitó el
ascenso de George W. Bush.
Incluso Trump, hoy opuesto a la
nueva iniciativa, ha dicho en el pasado que los terceros partidos solo añaden
confusión, ya que nunca han funcionado. Por eso, la mayoría de los analistas
coinciden en que el "Partido América" se enfrenta a obstáculos
estructurales casi insalvables, y que difícilmente podrá romper la hegemonía
Demócrata–Republicana.
Consecuencias para
los demócratas
La entrada de Musk en la arena
política como personaje independiente ha suscitado conjeturas sobre si los
demócratas podrían sacar provecho de una división en el bloque republicano. Si
bien Musk asegura querer atraer tanto a republicanos como a demócratas
descontentos, su mensaje tiene eco principalmente en sectores conservadores. En
teoría, si Musk consiguiera captar a votantes moderados del Partido
Republicano, algunos candidatos demócratas podrían fortalecerse en distritos
clave. Sin embargo, la experiencia demuestra que las candidaturas
independientes tienden a redistribuir votos sin cambiar de forma significativa
el equilibrio final. Al contrario, suelen generar un panorama donde todos
pierden, sobre todo en un Congreso ya polarizado. La creación de un partido
viable, incluso con grandes recursos económicos, puede llevar décadas, y muchos
expertos sugieren que quienes están insatisfechos con los partidos
tradicionales tienen más posibilidades de influir desde adentro que de edificar
algo nuevo desde cero.
¿Musk o Trump:
quién conviene más a Iberoamérica?
Desde una perspectiva
iberoamericana, ninguno de los dos personajes ofrece una opción favorable en
cuanto a soberanía o colaboración regional. Musk ha exhibido interés comercial
en Latinoamérica, especialmente en ámbitos como el litio y la tecnología, impulsando
iniciativas relacionadas con vehículos eléctricos, redes satelitales e
inteligencia artificial. Ha expresado su admiración por figuras como Bukele o
Milei, con quienes comparte una ideología afín basada en la tecnocracia y el
discurso de la "libertad" frente a gobiernos que considera opresores.
Sin embargo, rara vez participa en propuestas de integración regional o en
políticas que favorezcan directamente a los países latinoamericanos. Sus
acciones parecen más orientadas a buscar oportunidades de negocio en entornos
con poca regulación que por un compromiso político o social con la región.
Trump, por su parte, sigue
defendiendo una política exterior enfocada en el proteccionismo y en los
intereses estadounidenses. Su enfoque "America First" ha tenido
efectos directos en Latinoamérica: incremento de aranceles a materias primas
como el cobre, perjudicando a exportadores clave como Chile y Perú;
endurecimiento de políticas migratorias; y sanciones unilaterales que
intensifican la inestabilidad. Su trayectoria en la región se caracteriza más
por la coerción que por la cooperación.
En este sentido, tanto Musk como
Trump encarnan visiones ajenas a los intereses soberanos de los países
iberoamericanos. El primero intenta integrarse mediante una agenda tecnocrática
aliada con sectores de ultraderecha, mientras el segundo mantiene una estrategia
clásica de presión y retirada económica. En ambos casos, sus proyectos
políticos se conciben desde la lógica del poder estadounidense, sin brindar
beneficios concretos para la región. La contienda entre ellos, lejos de ser una
oportunidad, parece otro reflejo del desinterés estructural de Washington hacia
América Latina.
0 comentarios
Déjanos tu comentario