G7, al basurero de la historia, y América Latina rumbo al Asia-Pacífico

septiembre 02, 2025



Durante décadas, el G7 fue presentado como el Olimpo de la civilización, el cenáculo donde se repartía el pastel global mientras el resto del mundo solo podía lamer las migajas. Hoy, ese Olimpo parece más bien un asilo de ancianos venidos a menos: economías endeudadas, sociedades divididas y gobiernos que apenas sostienen el espejismo de grandeza con discursos vacíos y sanciones que ya no asustan a nadie. La realidad es tozuda: el centro de gravedad económico y político se ha desplazado hacia el Asia-Pacífico, y mientras el G7 se aferra a su pasado glorioso como náufrago a una tabla, China, India y toda Eurasia marcan la agenda del futuro. En ese reacomodo brutal del tablero mundial, América Latina enfrenta la disyuntiva histórica de seguir hipnotizada por un Atlántico decadente o atreverse a girar la cabeza hacia el Pacífico, donde realmente se está escribiendo el mañana.

El “jardín hermoso” del que hablaba Borrell, mientras el resto del planeta quedaba como jungla. Pues bien: el césped se secó, el perfume se acabó, y ahora ese club exclusivo no es más que un geriátrico de economías endeudadas, deprimidas y políticamente fracturadas. La historia es cruel: los que ayer dictaban las reglas hoy son minoría ruidosa, arrastrando deudas de trillones y sin capacidad real de controlar al mundo.

El G7 es un cascarón que vive del recuerdo. Tiene PIB nominal inflado gracias a monedas fuertes, pero en paridad de poder adquisitivo ya fue superado por BRICS+. En población ni hablemos: apenas representan un 10% del mundo, mientras BRICS y OCS agrupan casi la mitad de la humanidad. Lo único que les queda a los del G7 es vendernos la ilusión de “liderazgo moral” y amenazar con sanciones que cada vez menos países toman en serio. En pocas palabras: son los nuevos “minoría global”, camino directo al basurero de la historia.

Asia-Pacífico: el nuevo centro de gravedad

Mientras tanto, el mundo se mueve hacia el Asia-Pacífico. China e India crecen al 5% cuando Europa apenas respira. La OCS articula Eurasia, el BRICS+ crea bancos alternativos y habla de desdolarización, y el comercio regional convierte a Asia en el nuevo eje del planeta. Quien no lo entienda, simplemente no sabe leer estadísticas: 60% de la población, casi 50% del PIB mundial, y un dinamismo que Occidente ya no puede igualar.

El futuro no se negocia en Washington ni en Bruselas, sino en Pekín, Nueva Delhi y Moscú. Allí se discute la infraestructura, la energía y la moneda del mañana.

América Latina: romper el espejo atlántico

Y aquí entra América Latina, atrapada en su eterno complejo colonial: seguimos mirando a Europa y Estados Unidos como si fueran el sol, mientras en realidad son estrellas apagadas. Honduras, Brasil, Chile, México: todos repiten el mismo patrón de dependencia mental, rogando préstamos al FMI, aceptando sermones de democracia selectiva y celebrando cuando nos dejan entrar como invitados de segunda categoría a sus foros.

Es hora de romper ese espejo atlántico. El futuro no está en mendigar en Washington ni en esperar “alianzas estratégicas” de París o Berlín. El futuro está en girar hacia el Pacífico, hacia Asia. Ahí está el mercado, la inversión, la infraestructura, y , aunque no perfecto, un contrapeso real al imperialismo occidental.

 Tirar al viejo y abrazar el futuro

El G7 no desaparece mañana, pero el camino ya está escrito: de árbitro mundial pasará a pie de página en los libros de historia, un club rico y arrogante que no supo adaptarse. América Latina, si quiere dejar de ser patio trasero, debe girar hacia el Asia-Pacífico. No se trata de cambiar de amo, sino de ampliar opciones, de romper el colonialismo mental que nos ata al Atlántico.

Porque si seguimos aferrados al G7, terminaremos en el mismo basurero de la historia que ellos.


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