LA FARSA DE LA DEMOCRACIA OCCIDENTAL: SIRIA Y UCRANIA COMO EJEMPLOS PARADIGMÁTICOS

septiembre 29, 2025

 


Occidente se llena la boca hablando de democracia y libertad, pero la realidad es otra: los valores que predica solo importan cuando convienen a sus intereses. Siria y Ucrania muestran con crudeza este doble rasero: gobiernos electos son derrocados o legitimados no según su legalidad ni su respaldo popular, sino según lo que beneficie a Washington y Bruselas. Lo que llaman democracia no es más que un disfraz para imponer obediencia, controlar recursos y subordinar a los pueblos a un juego de poder global donde la moral y la justicia son meros accesorios.


La narrativa de la "democracia occidental" se presenta como un modelo universal basado en libertad, derechos humanos y participación popular. Sin embargo, al observar casos concretos como Siria y Ucrania, se revela una realidad mucho más compleja y contradictoria.

 

Siria: de la dictadura a la legitimación internacional

 

En diciembre de 2024, tras una ofensiva liderada por Hay'at Tahrir al-Sham (HTS), el régimen de Bashar al-Assad fue derrocado. La caída de Aleppo y la entrada de las fuerzas opositoras en Damasco marcaron el fin de más de cuatro décadas de gobierno de la familia Assad.

 

Entre las figuras más relevantes del nuevo liderazgo surgió Ahmed al-Sharaa, exlíder de HTS, vinculado históricamente a redes extremistas. A pesar de su pasado violento, la comunidad internacional comenzó a reacomodarse rápidamente, retomando contactos, negociando corredores y abriendo vías diplomáticas con la nueva administración.

 

Este proceso evidencia la doble moral occidental: líderes y grupos que durante años fueron señalados como “terroristas” ahora son aceptados y negociados cuando conviene a intereses estratégicos, como seguridad, control de refugiados y geopolítica. La condena ética se aplica o se retira según la conveniencia, demostrando que la democracia no es un principio, sino una herramienta instrumental.


Ucrania: la insurrección y la manipulación de la democracia

 

En febrero de 2014, el presidente ucraniano fue derrocado tras meses de protestas masivas, conocidas como la Revolución de la Dignidad. El cambio de poder estuvo marcado por violencia y participación externa, lo que cuestiona la legitimidad del proceso.

 

Occidente celebró el derrocamiento como un triunfo democrático, a pesar de que el nuevo gobierno llegó al poder mediante la fuerza y no por procesos electorales plenamente reconocidos. Las regiones prorrusas quedaron divididas y surgió un conflicto prolongado en el este del país, mientras Crimea fue anexada por Rusia. Este doble rasero evidencia que la democracia es juzgada según conveniencia geopolítica: se legitima un gobierno pro-occidental y se deslegitima otro prorruso, independientemente del apoyo popular que tenga.

 

La democracia como instrumento de control

 

Occidente ha utilizado la democracia como un medio para sus propios intereses. Gobiernos que se alinean con sus políticas reciben respaldo y legitimidad, mientras que aquellos que se oponen son sancionados o aislados, sin importar su legitimidad interna.

 

Este doble rasero socava la soberanía de los países, imponiendo estructuras políticas que no reflejan la realidad ni los deseos locales. Como resultado, la democracia occidental se convierte en un pretexto para avanzar en intereses estratégicos, legitimando golpes, insurrecciones y acuerdos con actores previamente condenados.

 

La conclusión es clara: la “democracia” que Occidente predica no existe como principio universal. Su aplicación selectiva revela un sistema donde los intereses imperiales prevalecen sobre la soberanía, la autonomía nacional y la capacidad de los Estados para decidir su propio destino. Siria y Ucrania muestran que la moral pública se subordina a la conveniencia estratégica, y que la farsa democrática occidental es cada vez más evidente.


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