ÉXODO TURÍSTICO HONDUREÑO HACIA EL SALVADOR

octubre 04, 2025

 



En los últimos dos años, la estampida turística de hondureños hacia El Salvador dejó de ser anécdota para convertirse en costumbre. No es casualidad: del otro lado de la frontera hay carreteras que no parecen campos de batalla, precios que no insultan al bolsillo y una campaña que vende orden y modernidad con la eficacia de quien entiende el valor de la apariencia. El Salvador, con todo y sus contradicciones, ofrece lo que 43 años de democracia hondureña nunca lograron: la sensación, aunque sea fugaz, de que el país funciona.

Mientras tanto, Honduras se ahoga en su propio espejismo: destinos encarecidos, servicios que rozan la indiferencia y una infraestructura que repele más que invita. Lo irónico es que el hondureño ya no viaja por placer, sino por cansancio; no para conocer, sino para huir , del caos, del abuso, de la rutina de pagar caro por la ruina. Y así, poco a poco, El Salvador se volvió su refugio temporal: no porque sea perfecto, sino porque Honduras, incluso en el terreno del descanso, dejó de ser una opción digna.

Miles de hondureños cruzan la frontera hacia El Salvador con la misma prisa con la que se huye de algo. Ya no se trata solo de buscar descanso, sino de escapar, aunque sea por unos días, de un país donde vacacionar se ha vuelto más caro y más frustrante que quedarse en casa.

Durante el reciente feriado, los cruces diarios superaron las siete mil personas. Doble de lo habitual. Un dato que dice más sobre Honduras que sobre El Salvador.

 El gobierno salvadoreño no necesitó fuegos artificiales para humillar a Honduras: bastó con mostrar orden, limpieza y cortesía. Mientras allá las fronteras funcionaban con eficiencia, del lado hondureño reinaban el desorden, las filas interminables y el mal humor institucionalizado.

El Salvador entendió algo básico: el turismo no solo necesita playas, sino relato. Y el suyo es claro: “somos el país ordenado donde nada malo pasa”. Verdad o no, funciona.

Mientras tanto, Honduras sigue enredada en su propio laberinto. Tiene playas más hermosas que las de El Salvador, sí, pero también carreteras ruinosas, hoteles con precios europeos y servicios de posguerra. Los economistas lo dicen sin adornos: el problema no es la falta de atractivos, sino la ausencia de todo lo demás.

El resultado es lógico: la gente prefiere pagar gasolina y cruzar la frontera antes que seguir financiando la mediocridad local. Es más barato, y menos irritante.

Precios de exportación, servicios de tercera

En cada temporada alta, el turismo hondureño se vuelve una competencia de quién cobra más por lo mismo. Entradas, parqueos, comidas, bebidas… todo sube en nombre del “feriado”. La Fiscalía anuncia operativos, pero nadie sabe si para proteger al consumidor o para figurar en los medios.

En El Salvador, en cambio, el visitante paga menos y recibe más. Allá el dinero rinde; aquí se evapora entre la improvisación y la viveza criolla.

El feriado nacional que debería ser vitrina del turismo interno se ha convertido en una radiografía del abandono institucional. La Secretaría de Turismo apenas aparece en escena, los destinos se promocionan por inercia y las cifras de visitantes caen año tras año.

Mientras El Salvador incrementa su flujo de turistas hondureños, Honduras pierde incluso a los pocos salvadoreños que antes venían en Semana Agostina. Pasaron de casi 20 mil en 2022 a apenas 15 mil en 2025. Una caída lenta, pero constante, como todo lo que aquí se deteriora sin que nadie se dé por aludido.

Cifras que duelen (y que no sorprenden)

37,000 hondureños viajaron a El Salvador durante la Semana Morazánica 2025, un 6 % más que el año anterior.

Más de 7,000 cruces diarios se registraron en la frontera, cifra que dobló el promedio normal.

12 millones de dólares dejaron los hondureños en suelo salvadoreño en solo una semana, con un gasto diario promedio de 115 dólares.

En Honduras, en cambio, lo único que crece son los precios y las excusas. Las autoridades deben vigilar que no se abuse de los consumidores, como si la inflación fuera un deporte nacional.

El turismo que huye de su país

Los hondureños ya no viajan por curiosidad ni aventura. Viajan porque dentro de sus propias fronteras vacacionar se siente como un castigo. Lo que debería ser orgullo nacional se ha convertido en un lujo de pocos, y una decepción para casi todos.

Mientras El Salvador ofrece la ilusión de progreso, Honduras ofrece la certeza del descuido. La diferencia no está en las playas, ni en los volcanes: está en la actitud. Allá reciben; aquí cobran caro por el mal rato.

El éxodo turístico hacia El Salvador no es una moda: es un síntoma. Una señal de que el país ha perdido hasta la capacidad de entretener a su propia gente.

A menos que Honduras despierte de su apatía institucional y deje de tratar el turismo como una ocurrencia de temporada, esta fuga seguirá creciendo.

Porque cuando un hondureño prefiere cruzar la frontera para sentirse en orden, no está viajando: está huyendo.

Fuentes:

https://www.elpais.hn/el-salvador-recibe-80-mas-turistas-hondurenos-durante-el-feriado

https://dinero.hn/se-duplica-flujo-de-turistas-hondurenos-hacia-el-salvador

https://www.elsalvador.com/turismo/cultura-viva/turismo-el-salvador-semana-morazanica/1245189/2025/#:~:text=¿Qué%20es%20la%20Semana%20Morazánica%20de%20Honduras%20y%20cuáles%20son,exclusivas%20que%20ofrece%20El%20Salvador%3F&text=Durante%20la%20Semana%20Morazánica%202025,Centro%20Histórico%20de%20San%20Salvador.

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